lunes, 3 de noviembre de 2008

LA DISTANCIA ADECUADA

No estoy con ánimos para escribir algo alegre, ni para escuchar una canción de Albert Plá, que tendrá que esperar a la siguiente entrada. En su lugar, os dejo una pequeña joya en forma de videoclip. Espero que su música suene al ritmo de la caída de las hojas secas del parque. Estaré unas semanas ausente. Nos vemos pronto. No escribáis demasiado en mi ausencia, o me tendré que quedar una noche completa en vela para leer todos vuestos posts. Abrazos.
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LA DISTANCIA ADECUADA
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Cuando era un bebé el universo se limitaba a los cálidos brazos de su madre: todo lo demás era un abismo. Ya de niño, la calle y el patio del colegio eran las fronteras infranqueables de su libertad. Fue creciendo y en su adolescencia las líneas divisorias dejaron de tener sentido y la embriaguez del alcohol y de otras drogas modificaban su dimensión. Más tarde sintió que su ciudad se le quedaba pequeña y marchó a la capital para cursar una licenciatura en la universidad. Se fue de beca de estudios a un país lejano en el que hablaban otro idioma para comprobar así que el mundo era inmenso y que él lo podía transitar a sus anchas. Trabajó como investigador en otro continente algunos años hasta que los miles de kilómetros que le separaban de su familia y de sus recuerdos le obligaron a volver. Pasó su madurez en la urbe en la que había nacido, se casó y tuvo un hijo al que bautizó con su mismo nombre. Al jubilarse sólo recorría una y otra vez el trayecto que le llevaba de su casa al parque, del parque al bar, del bar a casa de su hijo y de allí, de nuevo a su hogar. Poco antes de morir comprobó que todo lo que necesitaba se encontraba dentro de los cien metros de radio que rodeaban su cama. Cuando al fin descansó en paz dentro de su minúsculo ataúd, pensó que había pasado toda su vida tratando de encontrar la distancia adecuada en la que desenvolverse con la mayor comodidad posible, que esa distancia había ido variando considerablemente según sus necesidades y que ahora ya no debería preocuparse de esos asuntos tan triviales. Aunque estaba encerrado en un nicho de tamaño diminuto, tenía por delante toda la eternidad para ocuparla según su voluntad. El espacio, como algunos ya sospechaban, era sólo cuestión de tiempo.
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La distancia adecuada. Christina Rosenvinge. De su nuevo álbum Tu labio superior.
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A Miguel Blázquez, compañero y amigo. (1983-2008)
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