miércoles, 8 de octubre de 2008

ESPLENDOR EN LA HIERBA

La corriente es fuerte y nada tiene vuelta atrás. Ha luchado contra todo tipo de mareas y siempre ha acabado empapado hasta la coronilla. De tanto mojarse en océanos ajenos, tenía miedo de terminar por parecerse a un pez.

Estudió una licenciatura cualquiera, una al azar. Trabajó en varios curros de mierda. Se presentó a cuatro o cinco castings televisivos y trató de escribir una novela que nunca ha concluido. Fue camarero, artista ambulante, mecánico y peón de obra. Repartió publicidad en los limpiaparabrisas de los coches, promocionó una marca de kiwis en una conocida cadena de supermercados y vendió cocaína en la puerta de las discotecas. Se matriculó en un máster que parecía interesante pero la universidad jamás comenzó a impartirlo porque no se alcanzó el número mínimo de alumnos requerido para cubrir los gastos de material.

Desde que tenía trece años lo único que le ha producido algo de motivación en esta vida ha sido follar. Ha follado con chicas rubias, con chicas, morenas, con chicas pelirrojas, con viejas decrépitas y con menores de edad. Folló con extranjeras, con pueblerinas, con vírgenes y con prostitutas, con poetisas y con gogós. Ha follado con miles de ellas pero de ninguna recuerda su rostro: sólo la forma de sus pechos y el olor de sus fluidos vaginales. Le han llamado hijo de puta infinidad de veces, pero él sabe que en el fondo es un romántico y un poeta que nunca será capaz de amar.

Hace unos años decidió retirarse a una pequeña masía abandonada al lado de un riachuelo en una pequeña comarca del interior de Castellón. La restauró con sus propias manos y sembró todo un huerto alrededor. Vive en la más absoluta soledad, rodeado de sus libros más preciados y de la fuerza limpia de la campo. Allí cultiva patatas y tomates, lechugas y berenjenas, pimientos y maíz, cebollas y marihuana. Se levanta cada mañana sabiendo que su única obligación es conseguir que no se muera su jardín porque de él depende su supervivencia. Es feliz con lo que tiene, o eso al menos piensa, y ha perdido definitivamente las escamas que le hacían parecer un pescado. Ahora se asemeja más a un cangrejo.

Algunas tardes se sienta en la orilla del arroyo a charlar. No tiene a nadie con quien compartir conversación, pero tampoco lo necesita. Se enciende un canuto de la marihuana que él mismo recolecta e imagina que es un barquero que ayuda a cruzar el río a las muchachas que quieren llegar al otro lado. Con ellas intercambia algunas palabras y ciertas caricias furtivas. Si cierra los ojos incluso puede intuir la silueta de sus senos y percibir el aroma de sus bragas. Echa de menos follar pero se conforma con masturbarse lentamente sobre el césped mientras recuerda que su vida podría ser mucho peor. Al menos ha logrado conservar intactas sus propias verdades aunque, siendo sincero, incluso sus propias verdades le han dado siempre igual.
Señor Chinarro. Esplendor en la hierba. Actuación en Estravagario, de la 2.