domingo, 16 de noviembre de 2008

AÑORO

Añoro las pajas que no me hice porque sabía que había alguien mirando, las hojas que caían en el parque en el otoño, los trenes que no cogí por no tener despertador.

Añoro los polvos que no eché porque estaba demasiado borracho, el color confuso de tus pupilas en la oscuridad, las páginas amarillentas de mis libros de segunda mano.

Añoro las mamadas que perdí por no saber pedirlas, las horas de mi infancia tumbado en el jardín mirando pasar las nubes, la blancura del techo de mi piso de estudiante.

Añoro el tic nervioso de mis ojos de cuando era sólo un crío, el olor a pan recién horneado de la casa de mi yaya, el scalextric de imitación que me trajo el ratoncito Pérez, la voz gritona de mi amiga Carmita, la espalda de mi amigo Sergio, la sonrisa de la maestra de educación infantil. Añoro no haber matado a esa panda de mamones hijos de puta que me jodían la existencia, sus insultos en el patio, sus amenazas y sus puntapiés.

Añoro las opciones que ni siquiera consideré, las ideas que se esfumaron por no haberlas apuntado, los poemas que salieron volando por la ventana de mi habitación.

Añoro las migrañas matutinas y el humo de la marihuana que fumaba para combatirlas, el taladro de mis sienes y las ganas de morir, la tolerancia del ser humano y la bondad de los demás.

Añoro todo lo que no hice y todo lo que sé que nunca haré. Añoro los sueños que me mantenían despierto y las pesadillas que me acechaban en el colchón, las sombras de la ropa colgada en el perchero y el tacto casi obsceno de mi oso de felpa marrón.

Añoro los amigos que no tengo y las amantes que ya no tendré, la persona que pude haber sido y la que ahora mismo soy.

Añoro las tetas de Cristina y el sabor del cola-jet, aquellos caramelos de cereza que costaban dos un duro y el pijama de Espinete cada tarde a eso de las seis.

Echo de menos, me hacen falta, los recuerdos que me inventaba cada noche antes de irme a dormir.
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Añoro, de Albert Plà
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